También lo
pensé aquella vez. Bajé los escalones de la estación Congreso rapidísimo. Saqué
la SUBE y empujé el molinete con caderas de centroamericana, con fuerza y
determinación. Corrí hasta el primer vagón -que es el que en 9 de julio me deja
más cerca de la combinación con la línea B- y me senté al lado de un hombre de
pantalón marrón feo. A mi derecha se sumó una señora que movía una mano dentro
de una bolsa verde con ánimo de sorteadora de fiesta infantil.
Me perdí un
rato en la bolsa, adivinando qué buscaría. Y de repente los escuché.
—Vivi, ¿sos
vos?
—¡Arturo!
El grupo de
teatro del subte había elegido mi vagón. Ellos se hacen llamar grupo pero son
dos. Hacen un sketch malísimo –el remate es “¡Arturo, quedaste duro!” – pero
eso no es lo peor. Lo peor es que te obligan a participar.
—Qué caras hay
en este vagón, un poco de alegría, ¡vamos! –dijo Arturo-. ¡El teatro es lindo!
La compañera
de Arturo dijo algo que no escuché y fue entonces que la señora de la bolsa
verde le dio sentido a todo:
—Querido, a mí
el teatro me encanta, pero a vos no te elegí: somos rehenes de tu arte.
Nos miraron
todos. La miraron, pero yo sentía que me miraban a mí. “Rehenes de tu arte”, le
dijo. Y yo la voté a lo que fuera en ese instante. “Somos”, dijo. Y nadie se
desmarcó del plural.
Arturo siguió
con el sketch hasta el “quedaste duro” y pasó la gorra. Mi presidente de bolsa
verde le dejó dos pesos, porque “son malos, pero tienen que comer”, me dijo,
acercándose a mí con un gesto que pretendió traer el secreto que no fue, porque
Arturo también la escuchó. La miró feo pero igual aceptó los dos pesos.
¿Le pediste el usuario de Twitter a tu presidente de bolsa verde? me gustaría seguirla! :P
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