“¡Eres mundial!”,
le decía su padre. Y ella se lo creyó.
Rossy
de Palma es la chica Almodóvar de la cara rara. La más rara. La de la nariz con
giba y mentón derretido. Lleva ambas manos hacia las orejas. Los pulgares
arrastran su pelo largo por detrás, en un movimiento de peinado infantil.
Tiene 48 años. Remera, botas negras y pantalón mostaza. Se adelanta en la caminata, entra a una habitación, gira, se sienta y marca dos tiempos sobre la cama. Y dice: “Siéntate tranquilita, sin protocolo, que no vale para nada”. Enciende un cigarrillo. La entrevista será en la cama del hotel en el que se hospeda.
Tiene 48 años. Remera, botas negras y pantalón mostaza. Se adelanta en la caminata, entra a una habitación, gira, se sienta y marca dos tiempos sobre la cama. Y dice: “Siéntate tranquilita, sin protocolo, que no vale para nada”. Enciende un cigarrillo. La entrevista será en la cama del hotel en el que se hospeda.
“Me han dicho
varias veces que era muy culta. Jamás lo suficiente, pero sí soy lo
suficientemente lista para saber que no soy feliz –baja la voz–. Con ser un
poquito consciente…"
El pestañeo se hace lento. Clava los ojos en la cigarrera.
El pestañeo se hace lento. Clava los ojos en la cigarrera.
—Me hubiera
gustado muchísimo tener más tiempo para formarme en miles de cosas.
Hizo
La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Atame, Kika. Todas esas con
Almodóvar. Pret a porter con Robert Altman. “Depende el consumidor soy
una guapa fea o una fea guapa; pues
que cada uno lo tome como quiera, yo no tengo tiempo, tengo que ser”. Ríe fuerte
y mueve todo el cuerpo. Las cenizas de su cigarrillo caen como papel picado en
la cama. “A mí no me molesta mi nariz, el problema es de los otros. Me encanta
el error. Creo que en lo accidental hay mucha belleza. El amor es un hecho
accidental: te enamoras y es como que te atropelle un camión. No puedes
impedirlo. A veces quieres enamorarte y no sucede. Se da o no se da, no te la
puedes inventar”.
Se pone de pie.
Es enorme. 1,72 cm y hombros presentes. De esas mujeres que los hombres deben
escalar. Con el brazo izquierdo -en el que tiene tatuado un dragón porque es
dragón en el horóscopo chino- limpia la basura de lo que fumó. El dragón
serpentea. Y la mira, porque se lo hizo al revés: “no mirando hacia fuera,
hacia mí, así puedo mirarlo a los ojos”.
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