13 de agosto de 2013

Un gran chico

Juan Martín del Potro no se agacha para saludar: se dobla. 
Ahora tiene 24 años, pero la cosa viene de hace tiempo. De chico, cuando jugaba al fútbol en Tandil, los padres de los del otro equipo le pedían el documento, a él y a un compañero. Porque pateaban fuerte, metían goles y les sacaban dos cabezas a muchos. Y ganaban.
El Tenis Club Argentino está detrás del Planetario, pasando esa bocha gigante de helado metálico. Hay sol de invierno, pero en el hall de este club es de incubadora: cuando pega en los asientos blancos detrás de un vidriado, enceguece y ahoga. De una cancha lejana salen un hombre y muchos chicos alrededor. Caminan en dirección a la incubadora.

-Hola, ¿me esperás que me pego una ducha? -dice desde 1,98 m Juan Martín del Potro-.
Los chicos eran adultos y chicos. Algunos le llegaban al codo; ninguno al hombro.
De pibe, Juan era bueno jugando al fútbol. Jugaba en Independiente de Tandil, de nueve, de once, a veces de ocho, o de cinco, pero siempre arriba, en el ataque. Hacía dupla ofensiva con un compañero mucho más chiquito, habilidoso y rápido, dirá. Como un Guillermo-Palermo en su mejor época, recordará. Fantaseará. Como llegaba al club un rato antes de que fuera la hora de la práctica con el equipo y había que hacer algo para matar la espera, agarró una raqueta. El tenis era, entonces, el tiempo muerto para lo que quería hacer: fútbol.
Cuando tenía 12 años se jugaban al mismo tiempo un torneo sudamericano de tenis y un nacional de fútbol.


-Pero en Córdoba. El de tenis era en Brasil, y yo nunca había viajado en avión. Yo me tomo el avión y me voy al de tenis, dije.

Sigue, acá http://www.lanacion.com.ar/1609611-sueno-mas-con-el-futbol-que-con-el-tenis

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